Skip to main content

ANTONIO

PALACIOS

RAMILO

1874 – 1945

Considerado uno de los arquitectos más destacados e influyentes en España, desarrolló su actividad durante la primera mitad del siglo XX. Sus edificios reflejaron el momento histórico del país, que experimentaba una modernización sin precedentes mientras que se reponía de la pérdida de las últimas colonias.

BIOGRAFÍA

Infancia y estudios

Antonio Palacios Ramilo nació un frío 8 de enero de 1874 en Porriño, provincia de Pontevedra. Fue el pequeño de siete hermanos. Sus padres, Isidro Palacios y Jesusa Ramilo se habían conocido años antes en Porriño, donde Isidro había sido trasladado desde Madrid para trabajar como ayudante de Obras Públicas. Cuando Antonio contaba con poca edad, su familia se trasladó al norte de Portugal, donde su padre trabajó en las obras del ferrocarril que unía Guillarey con Valença do Minho. Esta experiencia fue muy importante para el pequeño Antonio, que vivió de cerca el ambiente de las obras y todo lo que conllevaban: planos, materiales, herramientas y maquinaria...

Tras estudiar el bachillerato en Pontevedra, en 1892 Antonio se mudó a Madrid para cursar sus estudios universitarios.

Comenzó a estudiar Ingeniería y Arquitectura, que entonces compartían asignaturas hasta que el alumnado debía decantarse por la especialización en una u otra rama. Antonio confesó en alguna ocasión que echó a suertes la elección y, aunque su familia habría preferido que se especializase en Ingeniería, estaba contento de haber escogido Arquitectura. Durante sus estudios recibió la influencia de arquitectos como Viollet-le-Duc, Otto Wagner y Ricardo Velázquez Bosco, quien fue profesor de Palacios, junto a otro de sus grandes referentes, Manuel Aníbal Álvarez.

En 1900 finalizó sus estudios en Arquitectura con un proyecto final que recibió la calificación más alta y entró a trabajar en el estudio de su antiguo profesor, Ricardo Velázquez Bosco, hasta 1902. Poco después fue nombrado vocal de la Sección de Arquitectura del Círculo de Bellas Artes y empezó a trabajar junto a su amigo y compañero de facultad, Joaquín Otamendi. La familia Otamendi estaba bien posicionada socialmente, eran conocidos por ocupar puestos de relevancia como ingenieros y financieros. Mientras trabajaron juntos, y también más adelante, Joaquín proporcionó a Palacios interesantes contactos entre la burguesía madrileña.

BIOGRAFÍA

Primeros proyectos

Otamendi y Palacios decidieron presentarse a concursos para impulsar su carrera. Su primer trabajo conjunto fue la decoración del Puente de la Princesa de Asturias, en Madrid. Poco después, en 1902, obtuvieron el primer premio por el proyecto para un Puente Señorial en la ría de Bilbao. Su propuesta para un puente sobre el río Urumea quedó en segundo lugar. Participaron también en el concurso para el Casino de Madrid, donde el diseño de los jóvenes arquitectos destacó. Sin embargo, el concurso se declaró desierto. La directiva compró los proyectos presentados y los fusionó en uno solo, de tal forma que la escalera correspondía con la ideada por Palacios y Otamendi.

En 1904 Antonio fue nombrado arquitecto jefe del Ministerio de Fomento y vocal de la Junta de Urbanismo, cargos que compaginó con el desarrollo de sus proyectos junto a Otamendi.

Tan solo un año después los arquitectos recibieron la noticia de que su propuesta para el Palacio de Comunicaciones había sido la ganadora. Desde ese momento, los jóvenes arquitectos experimentaron un auge que los llevó a realizar diferentes proyectos en Madrid, pero también en la Galicia natal de Palacios. Mientras Antonio era elegido miembro del jurado de la Sección de Arquitectura de la Exposición Nacional de Bellas Artes, Otamendi y él recibían varios encargos, algunos tan emblemáticos como el Hospital de Maudes o los talleres del Instituto Católico de Artes e Industrias, ambos en Madrid.

Desde 1904 Antonio había trabajado como profesor interino en la Escuela de Arquitectura de Madrid, dando clase en las asignaturas de Modelado, Detalles Arquitectónicos y Detalles Decorativos. Gracias a esta actividad, viajó en 1911 a Egipto, destino que tuvo un gran impacto en su actividad profesional. En 1916, Palacios se presentó a las oposiciones para la plaza de profesor numerario de Proyectos de Detalles Arquitectónicos y Decorativos, en la que compitió directamente con Teodoro Anasagasti. Ambos arquitectos empataron y finalmente la plaza fue declarada desierta. Este hecho desanimó a Palacios a continuar en la docencia y no volvió a dar clase.

El Banco del Río de la Plata aprobó en 1910 el proyecto de Palacios y Otamendi para su sucursal de Madrid, en la calle Alcalá. Ese mismo año, Palacios y Otamendi fueron nombrados funcionarios del nuevo negociado de Arquitectura y Urbanismo del Ministerio de Fomento y Antonio se convirtió en presidente de la Sección de Arquitectos del Círculo de Bellas Artes; desde este cargo participó en la búsqueda y elección de una nueva ubicación para la sede de la institución y también en la organización de la Primera Exposición Nacional de Arte Decorativo, en el Parque del Retiro, para la que diseñó una fuente que se colocó en el interior del pabellón.

Para 1912 continuaban los reconocimientos al joven arquitecto Palacios y fue nombrado presidente de la Sociedad Central de Arquitectura. Unos años más tarde, arrancaron las obras del Metropolitano de Alfonso XIII, hoy conocido como “Metro Madrid”, y Palacios y Otamendi fueron nombrados arquitectos de la compañía. Antonio colaboró con el Metropolitano durante casi veinticinco años e intervino en la construcción de las líneas 1, 2, 3 y 4 y sus edificios auxiliares.

BIOGRAFÍA

Un arquitecto consolidado

Con la inauguración del Palacio de Comunicaciones, en 1919, llegó a su fin la relación profesional entre Antonio Palacios y Joaquín Otamendi. Este último aceptó un puesto de arquitecto para Correos y desarrolló su carrera en el sector público. Ambos mantuvieron siempre una fuerte amistad.

Ese mismo año, Antonio presentó su propuesta para la nueva sede del Círculo de Bellas Artes que, a pesar de la polémica surgida con el jurado, que desechó su propuesta, consiguió el apoyo masivo de los socios. Las obras del edificio comenzaron en 1921.
A lo largo de este tiempo, Antonio compaginó varios viajes por Europa, con otros encargos, como la Casa Matesanz, o el Sanatorio de la Fuenfría en Cercedilla, así como otros proyectos en el resto de España y con más intensidad en Galicia, entre los que destaca el Ayuntamiento de Porriño.

El 26 de junio de 1926, Antonio Palacios ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. A partir de este momento, se sucedieron homenajes y reconocimientos públicos.

Tristemente, el arquitecto tuvo que presenciar el derribo de algunos de sus trabajos como el Puente de la Princesa de Asturias o el templete de acceso al metro en Puerta del Sol, a la vez que emprendía su último gran proyecto, el del Banco Mercantil e Industrial en la calle Alcalá, 31.

Tras la Guerra Civil, se ocupó del diseño de su propia casa, que se construiría en el solar que su mujer y él habían adquirido en El Plantío justo antes de que estallara el conflicto bélico. En esta sencilla residencia moriría Antonio Palacios en octubre de 1945.

OBRA

CARACTERÍSTICAS

En un momento histórico tan agitado como el que vivía España a finales del siglo XIX y comienzos del XX, Antonio Palacios decidió trabajar una arquitectura al servicio de la población.

Edificios útiles y bellos, en armonía con su contexto y que contribuyeran, en la medido de lo posible, a hacer de Madrid una ciudad mejor para sus habitantes.

Esta actitud hizo que Palacios recibiera muchas críticas, sobre todo de los círculos intelectuales, que le tachaban de monumentalista y de quedarse anclado en el siglo XIX, pero la fuerte personalidad de Antonio y la confianza en sí mismo y en los beneficios de su arquitectura para la ciudad lograron que siguiese adelante con sus proyectos.

El uso de una arquitectura regionalista alimentaba las críticas al arquitecto, sin embargo, Palacios utilizaba con valentía y agilidad soluciones historicistas cuya combinación derivaba en un estilo novedoso pero familiar; no obstante Antonio no era ajeno a lo que ocurría en ese momento en el resto del mundo. Buena prueba de ello son las numerosas referencias al Secesionismo vienés, al expresionismo o a la arquitectura de la Escuela de Chicago.

Palacios era capaz de discernir las funciones clave de cada edificio que proyectaba.

Así, podemos entender la versatilidad del arquitecto al encontrar una imponente monumentalidad en edificios como el Palacio de Cibeles o el Banco del Río de la Plata; modernidad y presencia urbana en el Círculo de Bellas Artes o en la Casa Comercial Palazuelo; elegancia y funcionalidad en los edificios de viviendas para alquilar o sencillez y organización en sus arquitecturas industriales. En este sentido, el arquitecto afirmaba en una entrevista en 1943, casi al final de su vida: «Cada edificio requiere formas adecuadas y procedimientos constructivos propios. Sin embargo, una mirada no muy torpe descubrirá fácilmente en edificios muy distintos la mano del mismo arquitecto; lo que yo, gráficamente, llamo las huellas dactilares».

Por otro lado, la decoración interior y exterior en los proyectos de Palacios es una perfecta banda sonora que acompaña discretamente sus arquitecturas y las subraya sin restarles protagonismo. El uso de las propias estructuras para colocar los ornamentos produce una sensación de pulcritud, especialmente apreciada en sus edificios industriales, pero también en los proyectos residenciales.

La distribución y organización de espacios de forma racional es una constante en sus obras, así como la iluminación natural, la facilidad de ventilación y circulación de las personas, incluso en el Metro, donde aún bajo tierra, se aprecia la importancia que la luz poseía para el arquitecto.

La genialidad de Palacios fue construir edificios para sus semejantes. Viviendas habitables que facilitasen la vida, espacios comerciales que favorecieran el contacto con la clientela, edificios institucionales en los que los visitantes se pudieran orientar rápidamente. Y, a la vez, que estas construcciones no solo se integraran en la ciudad, sino que contribuyeran a hacerla más bella, monumental y cosmopolita.

A lo largo de sus cuarenta años de trayectoria profesional, Antonio Palacios trabajó con la firme convicción de que su arquitectura tenía el poder de mejorar las vidas de quienes habitaban, trabajaban o transitaban sus edificios. El paso del tiempo ha confirmado que el arquitecto estaba en lo cierto.

Obra en Madrid